Francis era un jíbaro del Pepino (como él mismo se enorgullecía en llamarse), uno de cuatro hermanos, hijos de maestros que fomentaron en él la disciplina y la ética de trabajo. Del Pepino llegó al Recinto de Río Piedras de la UPR a hacer su bachillerato y maestría en matemáticas, jugar volibol y, de vez en cuando, beber un poco de romo. En Río Piedras descubrió su pasión por las matemáticas, la que desarrolló cursando su doctorado en la Universidad de la Ciudad de Nueva York bajo la mentoría del Dr. Carlos Moreno y culminado con la tesis “Exponential Sums and L-Functions over Finite Fields”. Regresa a Puerto Rico en el 1997 y trabaja un año en Universidad de Puerto Rico en Humacao para luego trasladarse al Recinto de Río Piedras.
Francis fue un académico completo: fue un excelente investigador, un maestro y mentor dedicado, y un ciudadano ejemplar. Perteneció a distintos comités desde donde daba la pelea por los estudiantes y por mantener estándares altos a la misma vez que garantizaba oportunidades para que los estudiantes pudieran desarrollarse. También daba talleres a maestros y se preocupaba por mantenerse al día en las nuevas tendencias educativas. Sirvió de mentor no solo a estudiantes sino también a colegas con los que disfrutaba darse un paseo hasta el Café Lima para hablar de matemáticas y de la Universidad, mientras se daba uno de los muchos cafés del día. Dedicó incontables horas a preparar estudiantes para competencias matemáticas y ser evaluador de las mismas. Amaba el salón de clases, siempre se preocupaba por buscar formas alternas para explicar el material y problemas para retar los estudiantes. Era exigente pero a la misma vez muy sensible. Su ética de trabajo y compromiso con la universidad eran admirables y su lealtad al Departamento de Matemáticas de Río Piedras inigualable.
Su pasión era la investigación matemática. Vivía pensando en matemáticas, en todo momento, en todo lugar. Muchos de sus trabajos iniciales fueron en colaboración con Oscar y Carlos Moreno, y luego desarrolló su propia agenda de investigación a la que atrajo a muchos colegas y estudiantes. Era una enciclopedia matemática andante: conocía muy bien todas las publicaciones de su área y otras cercanas. Estudiaba cada publicación nueva buscando conecciones con su trabajo. Contagiaba a todos con su entusiasmo y pasión por las matemáticas y los invitaba a trabajar en colaboraciones. Su capacidad para producir problemas matemáticos y fomentar esas colaboraciones era extraordinaria. No daba tregua, su entusiasmo y dedicación a las matemáticas, además de su ética de trabajo, no le permitían pausar (ni dar pausa) en vacaciones. En varias de sus investigaciones colaboró con miembros del departamento de Ciencia de Cómputos, quienes lo consideraban un gran compañero, amigo, mentor y ejemplo.
Como testimonio de su talento y productividad quedan los más de 40 artículos publicados en alrededor de 20 años. Durante su último año, uno de desastres atmosféricos y enfermedad, publicó 7 artículos en revistas arbitradas, dejó unos tantos sometidos y otros en proceso. Trabajó incansablemente hasta el final.
Su vida no fue solamente la universidad y la investigación. Aún con las largas horas dedicadas a la matemática y a la universidad, Francis supo también compartir tiempo de calidad con su esposa Zahideé, sus hijos Francis y Tatiana (agresada del departamento de Ciencia de Cómputos) y toda su familia. De igual manera compartía con sus amistades quienes lo querían y tenían plena confianza en el.
No hay duda de que Francis deja un legado de experiencias compartidas, trabajo realizado y ejemplo a seguir.